julio 10, 2012

A QUIÉN LE IMPORTA LA DESIGUALDAD

En los últimos años parece haberse instalado una cierta noción de que América Latina y el Caribe pasan por un momento relativamente bueno, entre otras cosas porque, a pesar de que sigue siendo la región con mayor desigualdad en ingreso del mundo, ha logrado disminuir esta desigualdad de manera significativa.
El análisis reciente de J. P. Azevedo y otros muestra que casi la mitad de esta disminución está asociada a cambios en el ingreso laboral, y específicamente a incrementos en el ingreso laboral por hora trabajada de la población con menores ingresos. Otros factores asociados a esa disminución en la desigualdad, y que quizá se esperaba fueran mucho más importantes, parecen no haberlo sido tanto, como es el caso de las transferencias de ingreso, las pensiones o la dinámica demográfica.(1).

Al describir las posibles causas de la disminución en la desigualdad en la región, dicho análisis retoma a otros para sugerir factores tan diversos como un mercado laboral más fuerte con mayores salarios para los trabajadores no calificados, mercados internacionales favorables por sus altos precios en productos básicos, políticas fiscales progresivas e incluso acciones gubernamentales que han afectado directamente al mercado laboral mediante el aumento de salarios mínimos y pensiones. Es decir, una combinación de mercado y acción pública influyendo en medidas distintas de un lugar a otro.

Esta información tiene sin duda un gran valor en sí misma, pero es importante también porque da pie a otras preguntas un poco más difíciles de responder. Una de ellas tiene qué ver con la centralidad que tiene (o no) el combate a la desigualdad en la política pública de la región. Y es que al observar la evidencia antes descrita, no podemos saber en qué medida la reducción de la desigualdad que han experimentado diversos países latinoamericanos durante la última década es producto de un esfuerzo consciente contra la desigualdad per se. Lo que hoy se sabe simplemente es que ella ha disminuido y que de acuerdo al discurso más deseable y aceptado, eso es mejor que lo contrario. ¿Será entonces que la búsqueda de una mayor igualdad ha empezado a instalarse en nuestras sociedades, y particularmente entre los tomadores de decisiones de la región? ¿Será que de verdad a alguien le preocupa la desigualdad? ¿Será que a alguien le importa?

Las respuestas a estas preguntas no son obvias, pero uno debería detenerse a pensar en ellas cada vez que escuche a alguien sugiriendo que la desigualdad no importa. En cuanto a la disminución de la desigualdad en América Latina, lo más probable es que ella provenga de una combinación de factores puntuales, tendencias de largo plazo, negociaciones de actores afectados, algunos accidentes, y quizá sí, también en cierta medida del esfuerzo consciente de algunos; en otras palabras, es probable que provenga del inasible caos al que cada quien trata de entender a través de la visión del desarrollo que más le satisface. En cualquier caso vale la pena preguntarse si existe en la región una preocupación por la desigualdad, si no por una cuestión de principio, cuando menos porque aquí y allá se ha instalado la noción de que más desigualdad puede implicar cosas tan diversas como menor crecimiento económico, mayor polarización social, o mayor discriminación, todos estos fenómenos que a su vez pueden reforzar la propia desigualdad.

¿Qué dice la información pública reciente sobre esto? El Barómetro de las Américas en su edición 2010, con información recogida en 26 países de América Latina y el Caribe, tiene dos preguntas que proveen algunas pistas. Cuando se les preguntó a los entrevistados cuál era el problema más grave que enfrentaba su país en aquél momento, apenas un 1.5% mencionó de manera espontánea a la desigualdad, porcentaje muy lejano de otros problemas mencionados también espontáneamente como el crimen o la delincuencia (19%), el desempleo o la falta de empleo (17%) y los problemas con, o crisis de la economía (15%). Pero cuando se les preguntó qué tan de acuerdo estaban con la noción de que su Estado o país debe implementar políticas firmes para reducir la desigualdad de ingresos entre ricos y pobres, el 44.5% respondió estar “muy de acuerdo”.

Quizá la desigualdad sí le importa a mucha gente. Quizá es sólo que normalmente no estamos conscientes de que existe en distintos ámbitos de nuestra vida, y se nos vuelve una preocupación cuando de algún modo la enfrentamos en alguna de sus expresiones más visibles. Si esto es así, algo debería cambiar, la desigualdad en sus distintas dimensiones sociales debería ser una constante en la discusión pública de América Latina y el Caribe, particularmente en el ámbito que afecta más directamente a la acción gubernamental. Desde la perspectiva del desarrollo humano, esta discusión debería girar en torno a la desigualdad de capacidades básicas, noción que va mucho más allá de la desigualdad de ingresos y que la hace mucho más útil, pero también más compleja. Además, precisamente debido a esta utilidad y complejidad, la discusión debería alejarse de la obsesión con la métrica perfecta y evitar a toda costa que ésta se transforme en un fin en sí mismo. Finalmente, se trata de una discusión que debería sostenerse con la certeza de que jamás podrá ser una discusión sencilla pues su naturaleza es inevitablemente moral. Con todo, y dada las desigualdades prevalecientes en la región, se trata de una discusión que deberá seguir siendo simplemente ineludible.
Por Alfredo Gozáles Reyes
Blog Humanum


(1) Azevedo, J.P., G. Inchauste y V. Sanfelice (2012)
“Decomposing the Decline in Income Inequality in Latin America” The World Bank (mimeo).

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