agosto 21, 2013

EL FUTURO YA LLEGÓ!

En el año 2010 había poco más de 596,4 millones de personas en Iberoamérica; de éstas, 157,3 millones tenían entre 15 y 29 años, representando al 26% de la población total.

Con el fin de escuchar directamente a la juventud de Iberoamérica, y de conocer sus percepciones sobre temas como la seguridad, la salud, la educación, los mercados laborales, la familia, el entorno de cara al futuro, el Banco Interamericano de Desarrollo, con la colaboración del Fondo Coreano, decidió apoyar estratégicamente a la OIJ en la realización de la 1ª Encuesta Iberoamericana de Juventudes.
Las más de veinte mil entrevistas individuales realizadas en 20 países, que cubren una población entre los 15 y los 29 años, nos dan hoy un panorama claro de las principales percepciones y expectativas de las nuevas generaciones. La encuesta se levantó por medio de una muestra aleatoria de los números telefónicos de las viviendas de cada país, para entrevistar a mil jóvenes en cada uno de los veinte países en que se aplicó, con excepción de Brasil y México, donde se entrevistó a 1200 jóvenes en cada uno de ellos.

El principal reto que este valioso trabajo presenta para los organismos internacionales, los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, es el de interpretar los mensajes y crear respuestas institucionales efectivas.

Algunos resultados
Para una tercera parte de los jóvenes entrevistados, la escuela como principal institución socializadora se encuentra severamente cuestionada en su forma más general, tendencia que se acentúa en el Cono Sur y en Brasil.
En cuanto a la percepción sobre el trabajo, los jóvenes entrevistados le asignan un lugar privilegiado al aspecto educativo para lograr acceso a un buen trabajo con una mayor confianza en ella en Centroamérica, en la región Andina y en Brasil, y menos en la Península Ibérica y en México.
Respecto a la confianza que tienen los jóevens en las instituciones se observa que México es donde los jóvenes creen menos en ellas, seguida por la Península Ibérica. En el otro extremo se encuentran Centroamérica y la Región Andina, lo cual nos podría hablar de dos procesos distintos que se están produciendo: el primero de deterioro y el segundo de resurgimiento de las formas institucionales. 
A los jóvenes se les consultó sobre su percepción respecto a los principales obstáculos que tiene su generación y las respuestas se concentraron en la delincuencia y la violencia, sobre todo en el caso de México, mientras que con una visión más estructural para la Península Ibérica son los problemas económicos y para Centroamérica los de empleo. En Brasil el punto más álgido lo tienen los aspectos vinculados a la drogadicción y al alcoholismo. Sin desmedro de estas diferencias, el hecho que el 33% de los jóvenes encuestados hayan expresado que la delincuencia y la violencia es su mayor preocupación, seguida por la drogadicción y el alcoholismo, con el 20%, y el desempleo, con el 16%, nos obliga a examinar las prioridades de nuestras políticas públicas. 
A partir de los resultados de la encuesta se elaboró además un Índice de Expectativas Juveniles basado en percepciones subjetivas de expectativas, visiones y temores sobre el futuro. Ésre aspira a reforzar la noción de que es indispensable complementar las medidas objetivas existentes sobre la situación de los jóvenes con medidas subjetivas sobre los que los propios jóvenes esperan como contexto para la construcción de su propio bienestar.
Para descargar el informe ejecutivo de la 1ª Encuesta Iberoamericana de Juventudes has click aquí.
Revista Humanum

agosto 19, 2013

FALTA DE INSTITUCIONALIDAD, INFRAESTRUCTURA E INNOVACIÓN AÚN LIMITAN EL DESARROLLO

Es innegable que la última década del siglo XX significó el inicio de la recuperación económica del Perú. En los años 80 la crisis había llegado a niveles históricos y urgía la aplicación de medidas correctivas que ayudaran a impulsar el despegue de la producción y los ingresos nacionales, propósito que se logró en parte. Sin embargo, otros problemas no fueron tratados o se agudizaron, restando eficacia al modelo que aún se mantiene.

“Qué Dios nos ayude”, fue la frase que el ministro de Economía del primer gobierno de Alberto Fujimori, Juan Carlos Hurtado Miller, pronunció al finalizar su famoso mensaje a la Nación del ocho de agosto de 1990, hace exactamente 23 años.

De esa forma, el funcionario culminó su explicación del famoso ‘paquetazo’, la medida que el país entero conoció como ‘Fujishock’ y con la que se marcó el inicio de las reformas económicas que luego se consolidarían con la instauración del Nuevo Sol, en 1991, y el cambio constitucional de 1993.

El economista y docente universitario Lindón Vela Meléndez explica que la recuperación de la economía peruana se generó a partir de la adopción de un modelo económico que, en aquella época, se había convertido en una tendencia internacional a partir Consenso de Washington, mediante el que se definieron las líneas maestras para el manejo de canales de productividad.

“En el Perú, en los años 70 y 80 se aplicó un modelo que priorizaba mucho la existencia de la industria nacional y la participación empresarial del Estado, lo que generó una fuerte carga fiscal al país y la crisis subsecuente. Ya en el 88 y 89 empiezan a sentirse algunos cambios que formaban parte de un clima internacional, ante el cual aparece el famoso Consenso de Washington, planteado por expertos desde los Estados Unidos”, refiere.

Privatizar y limitar al trabajador 
El Consenso de Washington postulaba, entre otras cosas, la participación mínima del Estado, la apertura de las economías a otros mercados y la aplicación de cambios estructurales como reducir la rigidez del mercado laboral, haciéndolo más flexible, y aminorar la fuerza de los sindicatos. Los despidos masivos no estaban exentos.

“Todo lo que se diseñó en el Consenso de Washington empezó a aplicarse de manera radical en el Perú, a diferencia de otros países que lo hicieron de manera progresiva y no con todas las medidas. Seis o siete años después, los mismos creadores de este modelo reconocieron que era injusto, que nunca vio cómo solucionar el problema de la falta de institucionalidad en los países y las inequidades que se generaron. Pese a ello, el gobierno continuó con su política económica”, señala.

Problemas que persisten
Lindon Vela añade que la no solución de estos problemas genera que aún se arrastren y causen mella a la estructura del Estado, mientras otros países sí adoptaron medidas correctivas y han sido mucho más frontales contra la corrupción y la impunidad.

“Si no se solucionaron la falta de institucionalidad y la corrupción, de qué sirvió privatizar, más aún porque gran parte de los recursos de la venta de las empresas estatales se perdieron por la corrupción. Con esto quiero decir que nuestra economía, actualmente, estuviera en una posición más importante si desde el inicio se hubieran adoptado políticas de inclusión social productiva y lucha contra la corrupción, convertida hoy en día en un monstruo al que es difícil enfrentar”, asevera.

A decir del economista, no todo pudo ser malo y quizá los impulsores del nuevo modelo económico tuvieron buenas intenciones para actuar en un momento de crisis como el que atravesaba el país a inicios de los 90. Empero, rodearse de personajes oscuros y siniestros generó caos en el sistema al punto que esos mismos ‘salvadores’ de la economía terminaron procesados por corrupción y, muchos de ellos, en prisión.

País desigual 
“Aún así debe reconocer lo positivo que fue iniciar la apertura de la economía, decisión que ha hecho posible dar importantes pasos en el crecimiento del país, tendencia que se ha hecho permanente en el tiempo, pero que nos impone todavía muchos retos, porque si bien la economía crece, la desigualdad se mantiene o incluso se acentúa en ciertos sectores del país”, acota.

Como ejemplo de esto último, Vela Meléndez cita a Incahuasi y Cañaris, en Lambayeque, donde los índices de pobreza rural alcanzan al 60% de la población, realidad que no es concebible en una etapa de bonanza como la que atraviesa el Perú.

Situaciones como esa – indica el también gerente general de la Cámara de Comercio y Producción de Lambayeque – persisten por la ausencia de políticas de inclusión productiva.

“El gobierno actual nos ha puesto un cliché importante sobre la inclusión social, pero en la práctica los mecanismos no funcionan bien porque los programas sociales, que sirven para ir reduciendo las brechas, tienen un doble problema: las filtraciones por corrupción y burocracia. Urge entonces emprender reformas estructurales en el Estado que apunten a reducir la corrupción y, sobre todo, la impunidad, que genera el caldo de cultivo para que el corrupto siga viviendo a costa de los intereses del país”, manifiesta.

Las íes del atraso 
Añade que resulta irónico que existiendo buenas leyes para sancionar a los corruptos, por mala administración de estas, el Estado se convierte en cómplice de quienes delinquen con los recursos públicos.

“Por ello es que se generan las tres íes que afectan a la competitividad peruana: falta de institucionalidad, brecha en infraestructura y poca innovación. Con esto no quiero decir que todo es malo, porque la economía sí ha avanzado, pero también debemos reflexionar en cómo estamos creciendo y qué tan sostenible es nuestro crecimiento”, señala.

Lenta producción
Lindon Vela explica además que el crecimiento del país se debe a la acumulación de diversos factores, cuando lo más recomendable es crecer por productividad, lo que implica mejorar la salud y educación e impulsar la innovación e investigación en las universidades. Con ello – afirma – sería imposible que en veinte o treinta años se detenga el desarrollo nacional.

Otra característica del modelo actual es que en el Perú los mercados internos se han empezado a desarrollar de manera muy lenta en comparación a los demás países sudamericanos. En investigación tecnológica, por ejemplo, Colombia, Chile y México nos llevan ventaja.

“Es cierto, aún tenemos mucha dependencia de los factores externos y, por lo tanto, somos vulnerables a lo que sucede a nivel internacional. Por ello es necesario potencializar lo nuestro y aquí destaco lo dicho por el presidente de la República en su mensaje del 28 de julio, cuando señaló que tenemos que potencializar la industrialización, el desarrollo del mercado interno y la generación de tecnologías. Ojalá esto no se quede en el discurso nada más”, precisa.

Reajustes al modelo
Vela Meléndez comenta también que mantener más de 20 años el modelo económico que empezó el gobierno Fujimori ya no es, en estos momentos, lo más adecuado, por lo que se requiere empezar a reducir las brechas de inequidad, que generan conflictos sociales, así como emprender políticas públicas de reforma real y positiva en salud, educación e industria.

A ello suma la valoración del capital humano, que haría posible un mejor aprovechamiento de los Tratados de Libre Comercio que tiene el país, que se constituyen en mecanismos de doble vía (exportación e importación), frente al que resulta más beneficio empezar a ofrecerle al mercado internacional productos con valor agregado, a fin de reducir la importación de estos y la venta, únicamente, de materia prima.

“El riesgo de seguir con el modelo actual, sin aplicarle los correctivos necesarios, es que en unos veinte años, que no es mucho tiempo, podríamos correr el riesgo de estancarnos”, manifiesta.

Asimismo, indica que si bien la asunción al gobierno del presidente Ollanta Humala no ha significado, hasta el momento, un cambio dramático para el país ni la adopción de modelos estatistas o similares al de Venezuela, tampoco contiene lineamientos de mejora en la economía, siendo la continuidad de todo lo cimentado en los gobiernos anteriores.

Para Lindon Vela, puede afirmarse que en lo que va de la administración Humala, planteamientos que ofreció en la campaña electoral del 2011, como inclusión productiva y lucha contra la corrupción, no se están cumpliendo de manera contundente y eso también origina el reclamo ciudadano.

“No se puede dejar de lado el problema de inseguridad que también es un peligro para nuestra economía porque retrae la inversión y desalienta al empresario, sea grande o pequeño”, refiere.

Brecha de infraestructura 
Finalmente, el economista sostiene que otro factor a mejorar para hacer mucho más beneficioso el modelo económico es la reducción de la brecha de infraestructura, aspecto en el que – manifiesta – se mantiene un déficit aproximado de 50 mil millones de dólares, casi lo equivalente a la totalidad de las reservas internacionales del país.

“Hacen faltan más carreteras que unan los centros de producción con los centros de consumo y, en el caso de la macroregión norte, consolidar el Corredor Bioceánico, porque se ha avanzando en el aspecto vial pero falta aún el desarrollo pluvial para llegar a Manaos, en el Brasil. Hace falta también la energización de la zona rural, donde se tienen que generar las condiciones para que haya energía trifásica. Además, priorizar la gestión del agua a través de la construcción de infraestructura hidráulica”, comenta.

Destaca que Lambayeque es una de las primeras regiones del país en contar con un Plan Hídrico, cuya ejecución total demandaría la inversión de 240 mil millones de dólares.
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