marzo 11, 2010

SISMOS, TERREMOTOS

Podría parecer que los devastadores terremotos que han sacudido a la Tierra en los últimos meses, como el de Haití y Chile, reflejan un incremento en la actividad sísmica del planeta, pero no es así. Según las estadísticas, cada año ocurre el mismo número de terremotos. Estos sismos forman parte de un patrón constante que se ha visto desde 1900, cuando comenzaron los registros geológicos.

Según el Servicio de Inspección Geológica de Estados Unidos (USGS), los registros muestran que desde 1900 hubo cada año en el mundo unos 18 terremotos con una magnitud de entre 7,0 y 7,9 y un temblor de magnitud 8,0 o mayor.
No es posible predecir el momento ni la magnitud de un terremoto, pero hay ciertos lugares de la Tierra que siempre están expuestos a grandes movimientos. Chile es uno de ellos. La capa más superficial de la Tierra, llamada litósfera, de unos 75 kilómetros de espesor, está dividida en placas tectónicas que flotan sobre una capa parcialmente fluida, la astenósfera.
Los movimientos en esa capa producen corrientes que mueven las placas, separándolas, chocándolas o deslizándolas una sobre otra. Cuando la tensión o energía acumulada es mayor que la fuerza de las rocas, las placas se mueven bruscamente produciendo un terremoto. Este movimiento causa ondas de choque, también conocidas como ondas sísmicas, que se propagan desde el punto de origen y viajan a través de la Tierra. Los terremotos también pueden ser originados por alguna erupción volcánica, pero éstos suelen ser de baja magnitud.
Chile está ubicado en el llamado Cinturón de fuego del Pacífico (el Perú también), una línea en la que frecuentemente se producen terremotos y erupciones volcánicas, que prácticamente rodea la cuenca del Pacífico. El terremoto de 8,8 grados ocurrió entre las placas tectónicas de Nazca y la Sudamericana.
El epicentro se situó a una profundidad de unos 35 kilómetros y a unos 100 kilómetros de Concepción, la gran ciudad más cercana. Debido a que el sismo ocurrió bajo el suelo marino, también se generaron tsunamis, por lo que no sólo se encendieron las alertas para la costa chilena, sino para todo el Pacífico. Las placas tectónicas Nazca y Sudamericana son grandes bloques de superficie terrestre que se van triturando una encima de la otra a un ritmo de 80 milímetros al año.
La placa de Nazca, que coincide con la del Pacífico, es empujada hacia abajo, debajo de la costa sudamericana. Lo que la hace una de las regiones más sísmicas del planeta. Desde 1973 se produjeron al menos 13 eventos de magnitud 7,0 o más.
El profesor Francisco Vidal Sánchez, sismólogo investigador del Instituto Andaluz de Geofísica de la Universidad de Granada, en España, explicó a BBC mundo que “los terremotos son procesos condicionados en el tiempo en cada zona y si vemos la distribución a escala global, podríamos considerarlos como un proceso aleatorio”.
Los experto afirman que estos fenómenos son cada vez más devastadores, pero no porque la Tierra se sacuda más, sino por el incremento en la densidad de población que vive en las zonas de riesgo. Es decir, la percepción de que estos fenómenos están en aumento y que cada vez son más destructores se debe a que el público sólo se entera de los terremotos que devastan a zonas pobladas, como Haití y Chile.
Y, sin embargo, el Centro Nacional de Información de Terremotos del USGS actualmente detecta entre 12.000 y 14.000 sismos cada año —unos 50 por día— y muchos de grandes magnitudes.

Vidal manifiesta que “a escala global, los terremotos destructores —que son los que hacen noticia— a veces parecen agruparse en el tiempo porque ocurren en zonas pobladas”. Pero hay ocasiones en las que ocurren más terremotos y no necesariamente son tan destructores porque no tienen un efecto en las personas.
Según el USGS, en 1931 operaban en el mundo 350 estaciones. Hoy en día, hay más de 4.000 sismógrafos y los datos que recogen pueden viajar rápidamente a través del planeta vía satélite, computadoras e Internet.
Las estadísticas geológicas dicen que los grandes terremotos, como el de Chile, son fenómenos que ocurren con una frecuencia de uno cada año.
Hay registros de 18 sismos entre 7 y 7,9 grados durante los últimos 100 años. Científicos realizan estudios para poder predecir temblores
A pesar de los grandes avances en el conocimiento de los procesos involucrados en el movimiento de la Tierra, todavía los terremotos ocurren de súbito y sin ninguna advertencia, causando graves pérdidas.
¿Es realista pensar que la predicción sísmica es un objetivo alcanzable de la ciencia? Según los expertos, sí lo es. Y como ejemplo, dicen, los meteorólogos hace cien años todavía no podían imaginar que el mundo contaría algún día con los sofisticados satélites de pronóstico capaces de observar y alertar a la población del desarrollo de tormentas y otros eventos climáticos.
En la actualidad, aunque el momento exacto en que ocurrirá un terremoto no es fácil de pronosticar como las erupciones volcánicas o huracanes, la sismología logró avances importantes para monitorear las posibilidades de lugares donde ocurrirá un sismo. Los científicos llevan a cabo una vigilancia constante de la variación de los parámetros geofísicos. Asimismo se observan los fenómenos naturales, como el nivel de agua en los pozos y del contenido de argón en la atmósfera, entre otros.
También se ha avanzado en el desarrollo de una estimación rápida y segura de la magnitud de los grandes sismos con el fin de poder predecir los tsunamis, sus tiempos de llegada y amplitud en las regiones amenazadas. Los mapas de predicción sísmica pueden pronosticar la severidad de un sismo en la región,a través de mapas a detalle, a escalas urbanas, que crean escenarios sísmicos que predicen cómo va a ser la distribución del movimiento del terreno en ese sitio.

Para destacar
Es erróneo pensar que si en una zona de riesgo no ocurrieron sismos durante mucho tiempo, pronto ocurrirá uno de gran magnitud.
Un incremento o disminución en la actividad sísmica a menudo se debe a la variación natural en la sismicidad de la zona. Un terremoto será más devastador entre más poblada sea la zona afectada, porque serán muchos los damnificados.
Pueden pasar cinco años sin un terremoto fuerte y después cuatro o cinco seguidos en varias partes del mundo.

marzo 09, 2010

A quién nos pareceremos más, ¿a Chile o a Haití?

Un terremoto de gran magnitud podría ser catastrófico para el Perú en las condiciones actuales, no sólo en términos humanos y económicos sino incluso políticos.

En este sentido, los recientes desastres en Chile y Haití son urgentes señales de alerta. Para un país mal preparado, como el nuestro, tras un gran sismo incluso puede dejar de funcionar el Estado y generarse una dependencia de la ayuda externa.

Este último ha sido el caso de Haití, donde un sismo de 7 grados provocó la muerte de 200.000 personas, principalmente en la capital, y la parálisis del Estado. Considerado uno de los países más corruptos del mundo por Transparencia Internacional (puesto 168 de 180), en Haití había sido imposible hacer cumplir las regulaciones de construcción para minimizar daños sísmicos y prácticamente no existían sistemas de prevención o reacción ante desastres de gran magnitud. Hoy, los sobrevivientes reclaman que las autoridades den la cara pero desde hace casi dos meses el gobierno parece no existir. Por otra parte, miles de tropas norteamericanas se encuentran en “misión humanitaria” y no tienen fecha de salida. Ante la ausencia del Estado, asegurar un futuro para la población parece estar en manos extranjeras.

En Chile, un sismo de 8,8 grados (500 veces más fuerte que el de Haití) ha sido de los mayores en la historia y también tuvo consecuencias lamentables. Afectó a varias ciudades pero las muertes se cuentan en los cientos, y no cientos de miles, y la mayor parte de viviendas caídas son aquellas construidas antes de que existieran las normas de construcción actuales (que, al parecer, sí se hacen cumplir, mayormente). Las pérdidas económicas son de casi el 15% del PBI pero la economía y el Estado siguen funcionando y las autoridades están en permanente comunicación con la ciudadanía. No todo ha estado bajo control (hay saqueos y robos) y hubo también graves errores, como no considerar seriamente la amenaza de un tsunami. Pero, en términos generales, Chile sí ha podido manejar un evento cataclísmico.

Si la capacidad de enfrentar desastres fuera reflejo de los niveles de riqueza de un país, el Perú debería estar más cerca a la situación de Chile que a la de Haití. Pero, lamentablemente, esto no parece ser así, y las consecuencias para la gobernabilidad del país podrían también ser nefastas si un gran sismo cogiera desprevenida a la capital peruana y centro de gobierno. El Estado ya demostró su incapacidad de reaccionar adecuadamente tras el último sismo significativo, el de Ica en 2007. Hubo descoordinación en la reacción inicial (recordemos las declaraciones desubicadas de García inmediatamente después) y la reconstrucción, sencillamente, nunca se dio.

Tenemos motivos de preocupación relacionados con infraestructura y con capacidad institucional en la capital. Según Hernando Tavera del Instituto Geofísico del Perú1, si en Lima ocurriera un sismo similar al de Chile gran parte de nuestras edificaciones no podrían soportarlo por ser de quincha y adobe. A esto agregaríamos que, dado el nivel de corrupción e informalidad de nuestro país y la alarmante tendencia oficial hacia la “autoregulación”, es dudoso que la mayor parte de los edificios aparecidos en el reciente boom de la construcción se adhieran a las regulaciones de seguridad anti-sísmicas.

Asimismo, es fundamental que tanto las autoridades como la población estén listos para reaccionar adecuadamente en la eventualidad de un terremoto, pero al iniciar 2010 no estábamos mejor preparados que en 2007. Según Ronald Woodman, presidente del IGP, un tsunami tras un sismo poderoso podría inundar el Callao en quince minutos. Sin embargo, el actual sistema de alertas de tsunamis no funciona y el Ministerio de Economía y Finanzas se negó por mucho tiempo a financiar el proyecto de tres millones de soles hasta que, bajo presión de la opinión pública, el mismo García recién tomó cartas en el asunto el 3 de marzo último.

En realidad, ser un país más rico o más pobre no es lo más importante para el manejo de los eventos naturales. Por ejemplo, en 2005 el huracán Katrina tuvo consecuencias mucho peores en Estados Unidos, por efectos de la pésima prevención y lenta reacción, que en Cuba. Por eso en el Perú, sobre todo si Lima es afectada, corremos el riesgo de parecernos más a Haití que a Chile cuando enfrentemos un sismo de gran magnitud.