septiembre 16, 2013

LA MODERNIZACIÓN DEL PERÚ

Con un crecimiento económico promedio de 6,5% anual desde 2002 a 2012, Perú es una de las historias de éxito de América Latina en el siglo XXI.

Es el tercer productor mundial de cobre y plata, sexto en producción de oro y segundo productor de espárragos del mundo. De economía liberal, da la bienvenida a la inversión extranjera y tiene costos de mano de obra y de energía más bajos que los de Chile, lo que lo vuelve un mejor candidato para el desarrollo de proyectos mineros que su país vecino.

Su economía, medida en paridad de poder adquisitivo, ya ha superado en tamaño a la chilena.

La pobreza en el Perú ha bajado a menos de la mitad de lo que era hace diez años. Según cifras del gobierno, el 59% de los peruanos vivían bajo la línea de pobreza en 2004 y el año pasado los pobres eran el 26 por ciento de la población. Millones de peruanos han pasado a la clase media, que ahora constituye a la mitad de la población. Según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo, el número de peruanos de clase media se duplicó entre 2007 y 2012.

Pero la popularidad del presidente Ollanta Humala, quien está en su tercer año de gobierno, de pronto ha comenzado a desplomarse. Más del 50% de la población lo apoyaba en abril de 2013 y su tasa de aprobación ha bajado al 26% en agosto, según la encuesta más reciente.

Y en el último mes, el país se ha llenado de protestas callejeras.
Las manifestaciones comenzaron el 22 de julio, al descubrirse que, a puertas cerradas, parlamentarios de gobierno negociaban con congresistas de oposición varios nombramientos clave en organismos supuestamente independientes, como el ombudsman, seis jueces del Tribunal Constitucional y tres vacantes en el directorio del Banco Central. Varios miles de airados manifestantes se juntaron frente al Congreso y los legisladores echaron pie atrás.

Las manifestaciones callejeras peruanas no han sido tan virulentas como las chilenas ni tan masivas como las de Brasil, pero al igual que ellas tuvieron una causa que se convirtió en muchas. Médicos y enfermeras se declararon en huelga pidiendo mejores salarios. Los sindicatos reclaman contra un proyecto lanzado por el gobierno que permite despedir a los funcionarios públicos que no hacen satisfactoriamente su trabajo. Grupos ambientalistas y comunidades no han dejado de manifestar en las zonas donde se desarrollan proyectos mineros o de energìa.

La causa subyacente del descontento popular bien puede ser que el ritmo de crecimiento peruano ha comenzado a descender. Al igual que todos los países cuyas economías dependen de la exportación de materias primas, Perú exportará este año bastante menos que el año pasado porque han bajado los precios del cobre, la plata y el oro a causa de la desaceleración de la economía china.

Los medios de comunicación locales han exagerado el problema, quizá incitando a muchos peruanos a pensar que viene una crisis económica.

Pero no hay tal. La economía creció a una tasa anualizada de 5,4% en los primeros cinco meses del año, cifra que puede ser menor que el 6,5% anual al que los peruanos estaban acostumbrados, pero que sigue siendo una de las tasas de crecimiento más altas del mundo.

El país tiene un cómodo colchón de reservas internacionales, la deuda pública es baja y el consumo interno es alto por la irrupción de la nueva clase media. Además, hay una larga fila de inversionistas extranjeros que quieren desarrollar nuevos proyectos mineros o adjudicarse los proyectos de infraestructura por US$ 5.000 millones que el gobierno pondrá en el pipeline este año.

Humala llegó al poder con un discurso populista que le ganò el apoyo de la izquierda y los sindicatos, pero ha gobernado con liberalismo económico, mereciendo que lo acusen de traidor muchos de quienes votaron por él. Pero su opción ha sido buena para Perú, que quizá no siga creciendo sostenidamente al 6,5% anual, pero seguirá expandiéndose a un saludable 5%.

Humala no debiera prestar demasiada atención a los sondeos de su popularidad y debiera recordar que a todos sus predecesores les ha pasado lo mismo desde los años 90. Fujimori, Toledo y García iniciaron sus gobiernos con tasas de popularidad superiores al 50% y al tercer año estaban por debajo del 30%.

Y en cuanto a las protestas, debiera ser implacable frente a los casos de corrupción, pero tampoco debiera preocuparse demasiado de las manifestaciones callejeras. Las protestas reflejan sólo en parte los problemas del paìs. En gran medida son todo lo contrario: una muestra de la modernización de Perú, el clamor aspiracional de una nueva clase media que no quiere volver a la pobreza.
Redaccion América Economía

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