octubre 24, 2016

DE ESPALDAS A LA INNOVACIÓN

Pese a continuos anuncios de nuevas políticas y estrategias en innovación los malos indicadores son una constante nacional. En el último Índice Mundial de Innovación 2016 el Perú ocupa el puesto 71 entre 128 países, sin embargo, en sus principales indicadores ocupa los últimos lugares: eficiencia en innovación (109), conocimiento y tecnología (109), difusión de conocimiento (118), artículos presentados sobre ciencia y tecnología (113), diseños industriales (91), entre otros, asimismo, el último ranking de competitividad del Foro Económico Mundial 2016-2017 nos ubica en innovación en últimos puestos (119 entre 138 países).
La innovación es un elemento central y principal en la estrategia de crecimiento y desarrollo de un país, es un proceso dinámico que mediante el conocimiento, a partir de la investigación y desarrollo (I&D), modifica procesos y transforma insumos en productos y equipos a partir de nuevos procesos tecnológicos que aprobados en el mercado adquieren mayor valor económico, su fortalecimiento influye en el incremento de productividad y de valor agregado a los recursos exportables y por ende a la generación de empleo y aumento de bienestar social.

Nuestro país se encuentra en un punto crucial de su desarrollo pero se está quedando rezagado en la revolución tecnológica y le da la espalda a la innovación, es increíble que el 2015 el Estado solo invirtió 0.08% del PBI en I&D, una de las más bajas en la región; las empresas también invierten mínimamente en investigación y capital humano, a pesar que la ley 30309 (13 marzo 2015) les otorga incentivos tributarios por gastos en proyectos de innovación (hasta 175%) pero no los usan por falta de capacidad para identificar procesos y presentar proyectos; igualmente, las universidades le dan escasa relevancia a la I&D porque no se fomenta el desarrollo de una cultura de emprendimiento e innovación a  partir del sistema escolar hasta culminar en la universidad y el postgrado.

Bajo este panorama la innovación es parte esencial de la modernidad, sin embargo, en nuestro país es muy escasa y expresada de modo aislado. Con miras al bicentenario debería ser una prioridad la política e inversión nacional en I&D y capital humano con fuertes programas de innovación, educación, cultura emprendedora, apoyo directo a las pymes y mejorando los centros de investigación tecnológica e innovación, todo esto acompañado de un esfuerzo colaborativo y consciente entre el gobierno, empresariado, universidades y centros tecnológicos.

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