Durante años, la derecha se podía apoyar en estudios de sus economistas preferidos, estimando el coeficiente de Gini, el más usado indicador de desigualdad económica, en 0,40 y con tendencia a la baja. Pero esos estudios han sido reiteradamente criticados, nacional e internacionalmente, debido a que se basan en encuestas de hogares que no incluyen a los más ricos.

En la última década los salarios han reducido su participación en el PBI en cerca de 3 puntos porcentuales, pasando de 25 a 22%. Al otro extremo, mientras el 2001 las utilidades de las empresas trasnacionales en el Perú fueron 131 millones de dólares, el 2011 ascendieron a 12, 866 millones de dólares (datos del BCR), casi 100 veces más. Esas utilidades de unas pocas empresas extranjeras, son similares al consumo de los 12 millones de peruanos más pobres, el 40% más bajo de la distribución del ingreso (calculado del Informe Técnico de Pobreza 2011-INEI, cuadro I.2). ¡Que más desigualdad quieren!.
El negacionismo de la derecha sobre la fuerza e importancia de la desigualdad tiene un propósito político: que no se modifique la política económica, que no se cobre más impuestos a quienes concentran la riqueza, que no se fortalezcan las políticas sociales. El gran continuismo. Pero a pesar de la enorme fuerza mediática del conservadurismo, de su machacona insistencia en negar la realidad, un 71% de peruanos, una amplia mayoría, opina que la responsabilidad de reducir esas diferencias recae en el Estado.
La insistencia de la derecha en negar la realidad no convence a la mayoría de peruanos, pero aún así ellos no pierden la esperanza. Se olvidan que, como dijera Abraham Lincoln: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Por Pedro Francke
Otra Mirada
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